viernes, 2 de mayo de 2014

Virgencita, que me quede como estoy

The Amateurs, de George Luks


Desde hace 5 semanas mi hijo tiene novia y está enamorado, según él, por primera vez. El caso es que pasa en casa de ella los fines de semana. No se me ocurre ningún escenario en el que yo dejara a mi hija dormir con su novio en MI casa con 20 años. Pregunto a mi hijo a ver cómo es que los padres de ella lo permiten y J dice que "la ven más feliz" y que sus padres "están encantados con él". Alucina vecina. Por supuesto, duermen juntos, Virgencita que me quede como estoy y no me convierta en abuela. Le he comprado preservativos, pero no me parece a mí que le hayan hecho mucha ilusión. La chavala es maja, a simple vista me parece más madura que mi hijo, aunque las chicas casi siempre lo parecen. Cruzo los dedos para que sigan juntos una temporadita (y sin descendencia) porque J está muy flasheado con ella.

martes, 15 de abril de 2014

La historia se repite

Portrait d'Amélie-Justine et de Charles-Edouard Pontois, de Adèle Romany

Querido X:

Por primera vez, después de tantas horas de no saber nada de J, no me he puesto a llamar a sus amigos desesperada, ni he pensado en ir a Urgencias, aunque no he podido evitar imaginármelo tirado en una cuneta. Esto es lo que hay, me he dicho a mí misma, no puedes controlar más, no tienes superpoderes aunque tú creas que sí.

Si J se empeña en saltar sin red, yo no puedo hacer nada. Y esta vez me ha ido relativamente bien, no te puedo garantizar cómo será en lo sucesivo, a lo mejor me desespero de angustia, pero ya es hora de que vaya aprendiendo, de que suelte amarras.

Ojalá no le pase nada, ojalá pasen deprisa estos años tan difíciles sin que haga o le suceda algo importante, porque yo ya solo puedo cruzar los dedos, ya no puedo mantenerle cerca y a salvo como cuando era pequeño. Así de duro y así de claro.

Sigue con salud.

jueves, 10 de abril de 2014

Ahora me ves, ahora no me ves

The Black Brook, de John Singer Sargent


Querido X:

No sé qué haría si no pudiera contarte estas historias. Las pongo en palabras y a veces, sí, solo a veces, me las quito de encima, se quedan en esta pantalla como un reflejo que no es mi vida, el relato de unas historias que le pasan a alguien que no soy yo, y más tarde, cuando las releo, me parece que ni siquiera son para tanto.

El caso es que ahora las cosas con J están mal, francamente mal. Está chulo, desabrido y borde. La semana pasada se marchó una noche con una chavala de 16 años. A las 7 de la mañana apareció el padre de esta chica en casa. Imagínate la escena, yo medio dormida, arrebujada en mi bata, escuchando a este pobre hombre que me decía que su hija estaba con mi hijo, que estaba enferma (tiene un tumor benigno en la cabeza), que tenía que tomar una medicación y que dónde podían estar. J había faltado de casa en otras ocasiones y yo no estaba demasiado preocupada, pero este hombre y su mujer estaban muy alarmados. Me pongo en su piel imaginando que J fuera una chica. Ellos fueron a la Ertzaintza y denunciaron la desaparición de los dos.

Los angelitos pasaron esa noche y el día y la noche siguientes desaparecidos. Se quedaron a dormir en casa de "amigos" y los días los pasaron dando tumbos por ahí. Los encontraron el novio de la chica (tenía novio, sí) y otro amigo. Tanto la chica como J se habían teñido el pelo y las cejas de color naranja para que no los reconocieran (si no fuera por el disgusto, tendría su gracia la historia), estaban cansados y querían casa. Al parecer, la instigadora fue la chica que se llevaba mal con su pobre madre y quiso echarle un pulso. ¡Y tendrías que ver a la chiquitina la cara de buena persona que tiene! J vino chulo, se metió en su cuarto y no pensaba ni darme una explicación hasta que irrumpí detrás de él y le dije a ver qué pensaba de la vida.

A trabajar ha estado faltando mucho, justo la víspera de su desaparición había estado yo pidiéndoles que no le despidiesen porque es requisito imprescindible que tenga una actividad diaria para que le den plaza en un piso tutelado. Me dijeron que vale, que por mí y por que consiguiera ese recurso intentarían aguantarle, pero que no lo ponía fácil. He impuesto unas condiciones draconianas de convivencia porque toda mi vida está supeditada a él y a sus horarios. ¿Que qué tal me va? Bueno, por lo menos controlo un poco más mi propio ritmo de vida. Y sí, algún día se ha quedado en la calle y se ha dado cuenta de que la cosa va en serio.

Sigue con salud.


lunes, 31 de marzo de 2014

Era el cerebro, no la mente, y II

Someday, Some Morning, Sometime; de Paula Rubino

"...Cuando obtuvimos una imagen de su cerebro por resonancia magnética, encontramos, como era de esperar, lesiones cerebrales comparables a las de pacientes adultos con lesiones prefrontales. Habíamos estudiado pacientes similares, todos los cuales mostraron la misma relación entre comportamiento social anómalo y lesiones prefrontales. Nuestro equipo está desarrollando programas de rehabilitación para este tipo de pacientes.

No estamos sugiriendo que todo adolescente con un comportamiento similar tenga una lesión cerebral no diagnosticada. Sin embargo, es probable que muchas personas con conducta similar sin que ésta sea debida a la misma causa, tengan un funcionamiento anómalo del sistema cerebral parecido al que ha sufrido lesión. El funcionamiento anómalo puede ser debido a un defecto en la operación de los circuitos neuronales a nivel microscópico. Un defecto tal puede tener varias causas, desde la emisión anómala de señales químicas sobre una base genética a factores sociales y educativos.

Dada la organización cognitiva y neuronal que hemos comentado anteriormente, podemos comprender por qué sufrir una herida en la región prefrontal en los primeros años de vida tiene consecuencias devastadoras. La primera consecuencia es que las emociones y los sentimientos sociales innatos no se despliegan normalmente. En el mejor de los casos, esto hace que los jóvenes pacientes interactúen de manera anómala con los demás. Reaccionan de manera inadecuada en una serie de situaciones sociales y, a su vez, otros reaccionarán de forma inapropiada hacia ellos. Los jóvenes pacientes desarrollan un concepto sesgado del mundo social. En segundo lugar, no consiguen adquirir un repertorio de reacciones emocionales adaptadas a acciones previas específicas. Ello se debe a que el aprendizaje de una conexión entre una acción concreta y sus consecuencias emocionales depende de la integridad de la región prefrontal. La experiencia del dolor, que es parte del castigo, se desconecta de la acción que causó dicho castigo, y así no habrá recuerdo de su conjunción para el uso futuro; lo mismo sucede con los aspectos placenteros de la recompensa. En tercer lugar, existe una acumulación individual deficiente del conocimiento personal sobre el mundo social. La categorización de situaciones, de respuestas adecuadas e inadecuadas, y el establecimiento y conexión de convenciones y normas, quedan distorsionados".

Antonio Damasio: En busca de Spinoza

domingo, 30 de marzo de 2014

Era el cerebro, no la mente, I

Ingenue, de Amy Adler

"La primera paciente que estudiamos con esta condición tenía veinte años cuando la conocimos. Su familia era pudiente y estable, y sus padres no tenían ningún historial de enfermedades neurológicas o psiquiátricas. Recibió una herida en la cabeza cuando a los quince meses de edad un automóvil la arrolló, pero a los pocos días se recuperó completamente. No se observaron anomalías de comportamiento hasta los tres años de edad, cuando sus padres advirtieron que era insensible al castigo verbal y físico. Ello difería notablemente de la conducta de sus hermanos, que acabaron convirtiéndose en adolescentes y jóvenes adultos normales. A los catorce años, su comportamiento era tan destructor que sus padres la llevaron a una residencia para su tratamiento, la primera de muchas. Era académicamente capaz, pero de forma rutinaria era incapaz de terminar sus tareas. Su adolescencia estuvo marcada por el fracaso a la hora de obedecer normas de cualquier tipo y por enfrentamientos frecuentes con sus iguales y con adultos. Ofendía verbal y físicamente a los demás. Mentía compulsivamente. Fue arrestada varias veces por hurtar en tiendas y por robar a otros niños y a su propia familia. Su comportamiento sexual fue precoz y arriesgado, y quedó embarazada a los dieciocho años. Después de nacer el niño, su comportamiento materno estuvo marcado por su insensibilidad hacia las necesidades del bebé. Era incapaz de conservar ningún trabajo debido a su carácter poco cumplidor y a que incumplía las normas. Nunca expresó culpabilidad o remordimiento por su comportamiento inadecuado ni simpatía alguna por los demás. Siempre achacaba la causa de sus dificultades a otros. La gestión del comportamiento y la medicación psicotrópica no fueron de ayuda. Después de ponerse repetidamente en peligro físico y financiero, se hizo dependiente de sus padres y de organismos sociales tanto para el apoyo económico como para la vigilancia de sus asuntos personales. No tenía planes de futuro ni deseo alguno de encontrar trabajo. A esta joven no se le había diagnosticado nunca una lesión cerebral. Su historial de herida infantil se había prácticamente olvidado. Finalmente, sus padres pensaron que podía existir una relación y vinieron a nosotros".

Antonio Damasio: En busca de Spinoza

martes, 25 de marzo de 2014

Emprendedores

Young boy, de George Luks


Querido X:

J ha empezado a trabajar en una empresa que da trabajo a enfermos mentales. Se trata de uno de esos talleres que monta aquí la gente. Sí, sé que suena como si fuera algo que uno hace cada dos por tres, pero es que en esto tengo una opinión muy positiva del carácter emprendedor de los vascos. Verás cómo te va a sonar. Hay una familia con un hijo enfermo mental para el que no encuentra acomodo, tropieza con otra familia en la misma situación y se proponen crear ellos un taller que dé trabajo a sus hijos. Las familias no abandonan sus respectivos trabajos y dedican a este proyecto su tiempo libre. Poco a poco van poniendo la cosa en marcha, recaban ayuda de las instituciones y ven con alegría que pueden dar trabajo a más gente.

Ahora, transcurridos unos años, dan trabajo a 34 personas, todas enfermos mentales con diversas patologías pero con un objetivo común: conseguir que estén ocupados, que tengan un sueldo, que se relacionen y salgan de casa. 

Esta empresa hace diversas y variopintas cosas: destruye documentos confidenciales, fabrica urnas de las que se utilizan para depositar las cenizas, limpia panteones y tumbas en el cementerio, recicla baterías de coches y ahora están poniendo en marcha un invernadero en Hernani. Llegué a ellos gracias a la trabajadora social. Me reuní un par de veces con el "jefe" y le llamé otras tantas. Conseguí que se entrevistara con J y que al final se apiadara de mí. "Si tienes este trabajo es gracias a tu madre", le dijo a J, y yo creo que le faltó decir "gracias a la pesada de tu madre". 

J lleva una semana trabajando, esta que acabamos de empezar es la segunda y cruzo los dedos para que no fastidie el invento y conserve el trabajo. Su tarea de momento es limpiar, más adelante (si sigue) no sé qué hará. También en esto buscan adecuar el puesto de trabajo a la persona, es decir, si uno prefiere estar al aire libre, procuran darle un trabajo que sea al aire libre. Cada hora paran cinco minutos para que no se agobien. ¿A que es un chollo? Pues hoy me ha dado el yuyu de que J no iba muy bien, ojalá me equivoque, ha estado comiendo en casa y por lo que he conseguido sacarle, me ha parecido que uy, uy, uy, no sé yo si vamos a durar mucho.

Cruza los dedos por mí. Un beso.

domingo, 16 de marzo de 2014

"No soy una madre coraje"

Little Girl with Blond Hair in a Red Dress, de Egon Schiele

"Mi nombre es Koro y soy la madre de Hodei Egiluz, un joven de 23 años que fue a Amberes a primeros del mes de marzo del pasado año para trabajar como ingeniero informático; la vida le ha dado un terrible revés, sufrió un atraco el 19 de octubre y desde entonces nada se sabe de él. Han recuperado su cartera, su teléfono móvil pero ¿dónde está Hodei? No ha podido desaparecer sin que nadie haya visto algo, oído algo (...) No soy una madre coraje, en estos momentos soy una madre débil y destrozada por el dolor. Necesito vuestra ayuda para encontrar a mi hijo".*

Cuando he leído estas palabras he sentido una profunda compasión por esta madre y una íntima satisfacción al ver que ha sido capaz de expresar sus verdaderos sentimientos más allá del estereotipo que se supone que debe encarnar: "No soy una madre coraje", dice, consciente de que en alguna parte alguien espera que lo sea. "Necesito vuestra ayuda para encontrar a mi hijo".

En las páginas virtuales de este blog, he hablado con anterioridad de la tremenda presión social que se ejerce sobre las madres y que abarca, no solo el cliché extremo de la madre arrojándose bajo las ruedas de un camión para salvar la vida de su hijo, sino de lo mal que miramos a las madres que eligen una profesión exigente y, o bien no tienen hijos, o bien los dejan al cuidado de otras personas.

Vivamos y dejemos vivir, promovamos una sociedad en la que hombres y mujeres, madres y padres, puedan cuidar de sus hijos igualmente y por elección.


*El Diario Vasco, 16.03.2014